Si bien en muchos casos los emprendedores trabajan solos, entre socios o con un pequeño grupo de colaboradores, el concepto de equipo de trabajo está casi siempre presente en cualquier empresa. Con el crecimiento del negocio muy probablemente se incorpore personal, y eso llevará a una gestión de los recursos humanos que tendrá que considerar otras variables, en función de la eficacia y la configuración de un buen entorno laboral.
Tal como señalamos en el artículo sobre la Estructura de la Empresa -en la sección de Business Plan-, en las organizaciones puede haber equipos ‘verticales’, ‘transversales’ o constituidos en torno a proyectos específicos. Un ejemplo de equipo vertical podría ser uno de Investigación o uno de Producción; éstos se dedican esencialmente a una tarea que hace a la misión de la empresa y no les brindan servicios a otras áreas. En cambio, transversales como Administración o Comunicaciones sí se ocupan de interactuar con todos los sectores de la organización para satisfacer necesidades específicas que pudieran tener. Cuando los grupos son por proyectos, suelen incluir diferentes perfiles para cubrir todos los aspectos de su funcionamiento; de esta forma habrá quienes se ocupen de diseñar, producir, comunicar e incluso de atender las tareas administrativas.
En el armado de los equipos -y más allá de las características propias de cada empresa y cada grupo de personas- entran en juego los perfiles de cada integrante y cómo se los desea articular. Puede haber algunos que sean muy enérgicos y proactivos, y otros más calmados; unos más creativos y otros más pragmáticos. Según cuál sea la función del equipo se determinará cómo complementar esas diferentes personalidades.
La definición clara de los roles y responsabilidades evitará superposición de tareas y que haya asuntos que queden relegados u olvidados; esta asignación podrá ser una decisión ejecutiva de la dirección del área o de la empresa, que determinará quién hará qué cosas, o bien puede ser un acuerdo interno entre los integrantes del equipo. En éste último caso, será necesaria una evaluación del management para confirmar si la distribución de funciones es eficaz.
La comunicación interna dentro de cada grupo es fundamental; desde su conformación hay que sentar las bases y acordar mecanismos de intercambio de información ágiles. En ocasiones será necesario que todos estén al tanto de todo, y en otras será suficiente con mantener compartidas las cuestiones relevantes al conjunto. La falta de información seguramente sea más perjudicial que el exceso, pero también hay que tener en cuenta que hay que encontrar un equilibrio entre las conversaciones y el cumplimiento de las tareas.
En el día a día pueden producir roces, es lo más normal en cualquier grupo humano. Malentendidos, comentarios o respuestas en un tono poco cordial, ‘días malos’, pueden generar conflictos. Lo ideal es que, pasado el momento más delicado, lo sucedido se pueda hablar entre las personas involucradas, para aclarar todo y resolver la cuestión. De no ser así, puede haber una instancia entre pares que colaboren con un acercamiento, y de no ser suficiente, será necesaria la intervención del Jefe o Gerente del área. A ninguna organización la ayuda que perduren problemas irresueltos, por lo que es un asunto delicado que se debe abordar tempranamente para que haya un buen clima laboral.